sábado, 23 de octubre de 2010

Con José Cruz en Faro de Tláhuac




La poesía contiene un largo espectro de posibilidades, que se remonta y expande, hasta el primer gesto que pudiésemos concebir como "acto poético". Dentro de esta gama, el rock (y su génesis, y sus derivados), es decir, esa música que rueda sobre cuatro ruedas, es una conexión con la esa poesía que a lo largo de los diferentes tiempos a funcionado como eje ritual para constituir las realidades. Así como en la prehistoria los tambores y las percusiones en general funcionaron como base de la danza, que "reunía" a la horada en torno a una misma "escencia", o en épocas más cercanas, los coros griegos, y ya más constituido en gremio profesional "los cantores romanos", que bien derivaron en juglares bajo el mando de los sacerdotes del primer milenio, y que fueron base fundamental para la construcción de las "lenguas romances", y sin dejar a un lado los "rapsodas" que se constituyeron como "profesionales de la poesía" al servicio de la corte, o dependiendo de la época, de la clase burguesa; así ahora, como en el siglo XIX fueron las canciones populares, que gracias al perfeccionamiento de los instrumentos y su fácil acceso a las clases "plebeyas", dio origen también a los "autores musicales" y a la canción ya como un género músical más que lírico. Así, el siglo XX con sus individualismo, y por ende su caos en la sinergia de todos los seres, da como hijo, con base en esa percución tribal del principio de los tiempos humanos, y con la tecnología del artefacto, el jazz, el blues, la música rodante. El rock. Música hija de toda esta tradición de "consolidadores de tradición", que ahora más que nunca marcan su propio camino, y dejan claro que la poesía (no como creadora de tradición, sino como constructura de particularidades) es su ente dialogante y sus musa: su alimento para generar esas canciones que día a día constituyen la realidad tal cual la conocemos. En caso contrario, en caso de que el autor de canciones se deslinde de esta base poética, corre el riesgo de constituir la realidad el mismo modo que lo ha sido, y no aportar así ninguna variable (caer en el Conformismo, vanguardia de los quietos). Todo gran artista sabe que lo único que le queda a su arte es poner su grano de pólvora (la cita es de González Rojo) para dar una nuevo rasgo a esa gran escultura invisible que es la humanidad. Y José Cruz, lo hace. Por eso estamos aquí leyendo su libro de poemas.

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